La sensibilidad dental es un síndrome doloroso transitorio derivado de la exposición de la dentina, parte interna del diente, a estímulos externos térmicos, químicos o táctiles y que no pueden ser asociados a ninguna otra patología dental.
En los últimos años ha aumentado el número de personas afectadas por la sensibilidad dental debido al exceso de consumo de bebidas acidógenas (refrescos) y al uso indiscriminado de productos de blanqueamiento dental sin supervisión profesional.
En condiciones normales, cuando el diente está sano, el esmalte y la encía ejercen una función protectora, evitando que las partes internas del diente queden al descubierto.
Cuando el cemento o la dentina quedan expuestos debido a la retracción de la encía o al desgaste del esmalte, estímulos externos (frío, calor, dulce…) pueden excitar las terminaciones nerviosas provocando sensibilidad dental.
Los principales factores que pueden provocar la retracción de la encía o pérdida del esmalte dental son muy variados.
Abrasión: pérdida o desgaste del esmalte dental por roce de un objeto externo (por ejemplo, la abrasión por cepillado).
Atrición: el contacto diente con diente en las superficies de masticación puede provocar una pérdida del esmalte (por ejemplo, el bruxismo).
Erosión: pérdida o desgaste del esmalte dental por acción química.
Tratamientos odontológicos: tras las limpiezas profesionales, al eliminar la placa dental y el sarro.
En algunas personas el dolor por sensibilidad dental puede ser tolerable, mientras que en otras ese dolor les puede impedir llevar a cabo una correcta higiene bucal y esto puede derivar en otras patologías más graves como las caries y las enfermedades de las encías. Para evitar los problemas derivados de una mala higiene bucal se recomienda utilizar productos adecuados para dientes sensibles.
Dr. Claudio A. Sorrentino